Hice un chiste malo e hizo una mueca de decepción.
Me conmoví.
—“No quiero que te dejen de gustar mis chistes.”
La abracé.
Ella estaba dos escalones arriba en la escalera, y ni así quedaba a mi altura.
—“Sí me gustan.” —me dijo con un hilito de voz, sin entender del todo lo que acababa de pasar.
La apreté un poquito nada más.
—“No quiero que crezcas pero te quiero ver crecer.”
Hizo una mueca de desaprobación.
—“¡Eso no tiene sentido!”
—“No. Es un oxímoron.”
—“¿Un qué?”
—“Oxímoron. Una figura literaria que presenta dos opuestos. El hielo que quema. El fuego que hela.”
—“Ah, ok… ¿puedo un boli?”
—“Por supuesto que sí. Mi niña. Por supuesto que sí.”
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