Categoría: Uncategorized

  • Iglú

    Iglú

    Me gustan pequeñas,

    esas que cuando abrazo,

    tengo que agacharme,

    como si el cuerpo se inclinara en reverencia

    al milagro de que aún existan.

    Y cuando lo hago,

    cuando mis brazos rodean lo suficiente,

    ella desaparece.

    Pero no porque huya,

    sino porque cabe.

    Completamente.

    En mí.

    Y entonces,

    sin decirlo,

    sé que por un momento

    soy su refugio,

    su cueva,

    su abrigo con latido.

    Soy su iglú.

    No de hielo,

    sino de cuerpo.

    No de aislamiento,

    sino de silencio compartido.

    Y no sé si eso siempre es amor,

    pero se siente

    como la única arquitectura emocional

    que aún vale la pena construir.

  • Oxímoron

    Oxímoron

    Hice un chiste malo e hizo una mueca de decepción.
    Me conmoví.

    “No quiero que te dejen de gustar mis chistes.”

    La abracé.

    Ella estaba dos escalones arriba en la escalera, y ni así quedaba a mi altura.

    “Sí me gustan.” —me dijo con un hilito de voz, sin entender del todo lo que acababa de pasar.

    La apreté un poquito nada más.

    “No quiero que crezcas pero te quiero ver crecer.”

    Hizo una mueca de desaprobación.

    “¡Eso no tiene sentido!”

    “No. Es un oxímoron.”

    “¿Un qué?”

    “Oxímoron. Una figura literaria que presenta dos opuestos. El hielo que quema. El fuego que hela.”

    “Ah, ok… ¿puedo un boli?”

    “Por supuesto que sí. Mi niña. Por supuesto que sí.”

  • El Bartinder.

    El Bartinder.

    Nadie entra por casualidad. Aunque eso digan.

    La fachada del bar es mínima: un neón apagado que dice “Aquí se sirve lo que no sabías que necesitabas.”

    Adentro, no hay menú.

    Solo un hombre de chaqueta entallada, sin nombre, con voz de terciopelo filtrado por vinilo.

    El bartinder.

    —Nombre de pila y una mentira hermosa —te dice apenas cruzas la puerta.
    —Cristóbal —respondes—. Nací sabiendo leer partituras.

    Asiente, como si lo supiera. Como si todos los días alguien llegara con esa misma mentira.

    —¿Qué perdiste y no volviste a buscar?
    —No sé si fue un abrazo o una forma de reír.

    Sirve un trago ámbar con hielo que no suena al caer.

    Le agrega una cereza, pero antes la aprieta con los dedos. Solo un poco. Solo lo suficiente.

    —Mesa 3.

    Te acercas.

    Una mujer ya está ahí. Lleva botas gastadas y un cuaderno sin tapa. No sonríe, pero tampoco se esconde.

    —¿También naciste sabiendo algo imposible? —pregunta.
    —No —respondes—. Pero me gusta fingir que sí.
    —¿Tienes buena imaginación? Es que me gusta rescatar perros imaginarios.

    Hablan. No mucho. Pero algo.

    Y cuando los vasos se vacían, ninguno de los dos se levanta primero.

    A lo lejos, el bartinder los observa con ese gesto de quien no cree en el destino, pero sí en las probabilidades bien mezcladas.

    Esa noche, adoptas tres perros que no existen.

    Uno se llama “No era para tanto.”
    Otro “Tal vez sí.”
    Y el tercero… el tercero no tiene nombre todavía.

    Pero ya te sigue a todas partes.

  • Si yo fuera un planeta.

    🌌 Planeta H319

    Estado emocional: Disociación ilustrada.

    Advertencia al visitante:

    “No confunda la calma con consuelo.

    Este planeta no lo va a abrazar.

    Pero le dirá la verdad.

    Y si llora…

    al menos la lluvia lo acompañará.”